viernes, 20 de julio de 2012

Un puñado de cosas buenas.


Hacía años que la cantera había sido abandonada, ya carecía de recursos.

Los dos jóvenes se adentraron en ella…

La valla metálica estaba en pésimas condiciones y no les fue difícil, superarla.
El mayor, llevaba años acudiendo a la cantera… aun quedaban pequeños fragmentos de jade y soñaba con encontrar alguno del tamaño lo suficientemente grande, para que tuviese algún valor comercial.

El joven por el contrario era la primera vez que se adentraba en aquel mar de piedras.

No era fácil rebuscar entre los guijarros esparcidos allí por millones, algún pequeño fragmento de jade.
El jade brilla una vez pulido, pero en su estado natural se asemeja mucho a un canto rodado cualquiera…

Los jóvenes pertrechado con unas sandalias cosidas con cuerdas y colgando de sus hombros un saco de tela. Comenzaron a saltar de piedra en piedra con tan pésimo equipo.

El mayor, a cada paso aleccionaba a su acompañante… le indicaba como buscar, que aspecto solía tener la piedra y a valorar su calidad… a cada paso recogía piedras.
Él acostumbrado a este trabajo valoraba alzando la piedra hacia el cielo, calculando su peso, forma y volumen… hablaba demasiado comparado con su acompañante, que se limitaba a observar y escuchar detrás de él atentamente.

“Al mayor ninguna piedra parecía gustarle, las miraba detenidamente y luego las arrojaba hacia atrás con una especie de desprecio voluntario”.

El joven que detrás de él andaba, las volvía a recoger… volviendo a repetir la misma operación que había observado minutos antes, “puede que en este punto el joven ya no escuchara al mayor”… y cada piedra que este tiraba… era recogida, observada y guardada con mimo en la alforja de tela que este llevaba.

Al acabar el día… ambos jóvenes detuvieron su búsqueda. El mayor atónito observaba la alforja del joven…. – ¡estás loco! , ¿Cómo has cargado con tal cantidad de piedras inútiles?

El joven asintió encogiéndose de hombros indicando que ni el mismo lo sabía…

El mayor frustrado, viendo que aquel estúpido joven no había entendido nada de las múltiples explicaciones dadas, se marcho malhumorado de vuelta a su hogar…

El joven por el contrario volvió a casa satisfecho, tenía toda una colección de pequeñas piedras que para él eran preciosas… y que una vez pulidas crearon un conjunto de diminutas piedras que relucían como las que más.



-“Y es este joven como yo, que camínanos en la vida acumulando ¡él piedras!… yo amigos..., sin importarnos nada más que lo que nosotros somos capaces de ver en ell@s.”-

2 comentarios:

  1. hermoso relato como cada cosa que escribes , me encanto como siempre un henorme placer leerte besitos y felicidades por lo escrito y por favor , si aceptas una peticion de una amiga mas , nunca dejes de escribir

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