viernes, 19 de mayo de 2023

Las noches inciertas


 Es tarde oscura y llueve demasiado.

Llevo dos horas aquí parado en una esquina de la calle, refugiado como puedo del tiempo, esperando impaciente por si tengo la suerte de ver su silueta acercarse. 

Hace un par de horas que salí de casa, he tenido que venir con viento y lluvia en un antiguo ciclomotor desde casi veinte kilómetros sin la certeza de poder verla.

Dos horas y media y ya voy perdiendo la esperanza, que impotencia y rabia me da no saber si al final vendrá, o que razón le impide venir a mi encuentro, pero no desisto y sigo esperando un poco más.

Pasan personas, me cambio de sitio constantemente, salto entre charcos de un lugar a otro, en un intento estúpido de que nadie me vea tanto tiempo en un solo lugar. Tampoco mi cuerpo es que pudiera quedarse quieto mucho tiempo.

Estoy mojado desde que llegue y hace frio.  Pienso en irme a casa ya, pero a pocos metros hay chavales cobijados, los miro con envidia, se ríen, se abrazan, se besan... me distraen por unos minutos y aprovecho para alargar la espera un poco más... pero ni pensar en otra cosa unos minutos me consuela.

¿Estará mala?, la habrán castigado... ¿No quiere venir?, ¿esta enfadada?, ¿tiene que estudiar? ... que impotencia no poder saberlo. 

Que cruel eran aquellos tiempos en los que lo único que podías hacer era ir una y otra vez, hasta que por fin un día la veías llegar.

Se me viene a la mente solamente la palabra egoísta y estúpido, es lo único que se me ocurre decirme yo mismo...  porque después de varios días de espera infernales, el día que la veía me solía enfadar en vez de alegrarme y me pasaba el rato enfadado o recriminándole cosas a ella en vez de entenderla o comprenderla...

Pero como iba yo a entender a alguien que tenía solo 14 años… cuando yo tenía 17 y me creía que ya lo sabía todo en la vida...

¡Y no sabía nada!... 

Solo sabía que sufría por no verla, sufría por no tenerla, sufría por no hablar con ella, y por no rozar su cuerpo inocentemente para notar sus formas... sufría simplemente cuando me separaba de ella.

Sabía que la necesitaba y que verla cada día era mi máxima ilusión, y sabía perfectamente ¡que estaba enamorado!, enamorado de alguien de verdad que me quería por igual o más.

Y lo fastidie...

 

 

“Para empezar a aprender.... tuve que empezar a perder”

   

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