viernes, 14 de enero de 2011

Bajo la palmera.




Hace años le conté una historia a una muchacha sobre algo que le ocurría con un chico. Quería hacerle ver lo que ella aún no veía: algo que el destino hoy me ha hecho recordar de nuevo. Y hoy precisamente también se lo he contado de nuevo a otra amiga, aunque ésta vez me aplicaba en cierto modo también yo el cuento...
He decidido contárosla hoy a vosotros .


La historia empieza así:
"Cada día, posiblemente en algún desierto alejado de aquí, un joven se acercaba a una palmera del lugar porque era la única que lucía un bello coco en su copa, y esto al joven le provocaba un estado de atención sin igual. Para él no había otra cosa que hacer que admirar el redondeado coco que lucía allá arriba…
Durante muchas horas seguidas el joven se mantenía inmóvil bajo la palmera; nada atraía más la atención de aquel adolescente que el dichoso fruto que de allí colgaba…
Por supuesto el muchacho no hacía nada más que observar el coco,ya que tenía la leve esperanza de verlo caer y así hacerse con aquel fruto.
Nada hacía prever que el coco cállese, al menos de momento… y todos parecían advertirlo menos él.
Así que el joven perdía su preciado tiempo en esperar algo que se presentaba incierto.
Varios jóvenes del lugar intentaron persuadirlo para que abandonase aquella estúpida idea, pues había muchas más cosas, mejores e interesantes que hacer a cada momento.
Nada con que lo tentaron fue fructuoso… y lo que es peor, el chico testarudo todavía se empeñaba más en lo que hacía, dedicando un tiempo precioso a aquella, de momento, inútil empresa.
Un día, una jovencita, cansada de la estupidez y la ignorancia de aquel joven, se armó de valor y decidió acercarse a él. Decidió confesarle que se había cansado de esperarle. Él, que apenas le prestaba atención, permaneció de pie inmóvil e impasivo, ante las palabras de ella.
La joven se percató de su indiferencia y, apenaba, se marcho.
El dolor y la tristeza que la embargaron, le sirvieron para convencerse de la realidad: aquel muchacho nunca se interesaría por nada más de lo que justo enfrente tenía.
Abatida y con lágrimas en sus ojos,volvió la vista atrás y le dedicó estas pocas palabras:

¡¡Ni siquiera sabes si te gustan los cocos!!"

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