jueves, 3 de mayo de 2012

El guardián.



Hace años. Muchos años… una joven princesa, que vivía en un reino muy lejano y exótico. En un lugar de la india profunda, cumplió sus dieciochos años de edad. Su padre el marajá decidió casarla con un apuesto príncipe hindú vecino.

La joven era hermosa, una joven de piel morena, de cabellera negra recogida en una larga trenza, de ojos verdes turquesa, y que irradiaba belleza natural por donde pasaba… pero a la vez la princesa también era testaruda y caprichosa.

Nada más conocer al apuesto joven, la muchacha ya sabía que no aceptaría casarse con él… y después de varios minutos escuchándolo….se levantó y le dijo a su padre:
¡Padre! Este hombre no será nunca mi esposo…. Y acto seguido la princesa huyó a su habitación…
Su padre indignado y avergonzado se excusó ante el joven y la castigó a permanecer encerrada en lo más alto de una torre,… hasta que entrara en razón o aceptara a alguno de los candidatos que se prestaban a cortejarla. Jóvenes reyes vecinos, hijos de marajás influyentes, y toda clase de gente de gran relevancia. Incluso algún príncipe venido de algún reino lejano de occidente. Se ofrecían para cortejarla.

El marajá encargó la vigilancia de la celda a uno de sus más valerosos soldados. El joven soldado cada noche prestó guardia sin reparar en los lamentos de la princesa, ni los golpes ni los gritos inmutó al joven guardián.
Pasaron los días, y las semanas… y la princesa se negaba a recibir a ningún pretendiente…. Mientras, el joven cada noche hacia guardia inmóvil frente a la puerta. Ávido de impedir cualquier intento de ayuda o auxilio.
La princesa encolerizada por el encierro tardo un mes en apaciguar su genio… y una semana más en asimilar su destino…

Una noche ella abrió el pequeño ventanuco del que disponía la puerta maciza de la celda… y siseo al guardián…
¡Oye tú!

Déjame salir y te daré lo que me pidas…

Al principio el guardián ni siquiera volvió la mirada para escuchar lo que la princesa le decía…
Pero ella cada noche le tentaba con múltiples ofertas a fin de salir de aquel cautiverio.
El guardián con el paso de los días empezó a sentir lástima de aquella joven y una noche abrió la portezuela él y le dijo: ¿qué quieres?

Ella incrédula le dijo: ¡quiero que me dejes salir!

Él le contesto que eso era imposible…que eso no podía concedérselo…. Ella contrariada cerró la puertecilla de un brusco golpe.

Pasaron dos días y ella una noche le hablo: ¿cuéntame que pasa afuera?
El guardián le relató como durante días, muchos ricos pretendientes hacían cola para solicitar una entrevista, también le contaba los detalles de palacio y los muchos rumores que corrían sobre la suerte que a ella misma le esperaba…

Durante días guardián y cautivo hablaron noche tras noche… separados por una maciza puerta, que no impidió que poco a poco se fuese forjando una buena amistad entre ambos.

Durante la noche él le contaba mil y una batallas, que el mismo había vivido o había visto de primera mano. Relataba las aventuras con muchos aspavientos y manejaba su espada de aquí para allá, blandiéndola como en la batalla…. A lo que a la princesa expectante le correspondía con gestos de terror cuando el malo atacaba y con brillos en los ojos cuando el relato denotaba la inminente victoria del intrépido aventurero.
Cuando el cansado guardián, descansaba de sus aventuras, la princesa le relataba las visitas a las que su padre le obligaba a asistir… de manera burlona gesticulaba imitando a los pretendientes a los que acababa de conocer… se reía burlona y los imitaba, a todos algo le sacaba una risa…. Bromeaba con el que andaba como un caballo, y en la celda imitaba el altozano andar de un caballo, haciendo las risas de su guardián… se cubría con las cortinas a modo de capa para imitar el estúpido aspecto con el que algunos se habían presentado creyendo impresionarla, vestidos de manera estrafalaria… y así un sinfín de anécdotas.

Debió de pasar meses y la princesa no parecía tener la intensión de aceptar a nadie….lo que exasperaba a su padre. Lo que más le irritaba es que la princesa cada vez parecía más feliz en su cautiverio.

Una noche el guardián al comenzar su guardia, sorprendió a la princesa con una rosa roja robada del jardín, con la que obsequio a modo de regalo. Un detalle inocente por la amistad que se estaba forjando entre ellos…
La princesa sorprendida, acepto el regalo… ¿una rosa? ¿Una sola rosa? Y arrancada del mismo jardín suyo….nadie había tenido la osadía de regalarle algo tan ínfimo nunca…. Para ella una rosa no era nada, pero debió despertar en ella una sensación rara… pues agarro la rosa fuertemente como algo extraordinario…. ¿Que tenia aquella simple rosa que no hubiese tenido nada de lo que antes ella poseyó?

Fuese lo que fuese, la princesa cambio.

La amistad tan afianzada que antes parecía inquebrantable ahora parecía desvanecerse en un fino hilo… y asustada cerro la portezuela de la celda con cerrojo.

El guardián sin saber que ocurría golpeaba levemente la puerta cada noche, para llamar la atención de la princesa sin despertar alarma… pero ella no respondió nunca a sus llamadas.

Un día la princesa pidió a su padre que cambiase al guardián, por otro… su padre le pregunto ¿Qué por qué debía hacer aquello? y ella le contesto ¡hazlo papa! Hazlo si quieres que cumpla con tus deseos….


Y esa misma noche un nuevo guardián, hacia guardia frente a la puerta de la alta torre donde la princesa, acostada en su alcoba agarraba fuertemente entre sus manos la rosa marchita que aquel otro guardián… le había regalado con tanto cariño algunos días atrás…

1 comentario:

  1. hermosa historia , pero joder que te costaba un final feliz? jajajaj como siempre un placer leerte

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