lunes, 23 de mayo de 2011

La blusa azul.




Había contado los días desde que una mujer no me tocaba… y su sutil roce provoco en mí un enrojecimiento espontaneo.

Acompañado de una parálisis, que ambos acertamos a mantener… su mano adelantándose a la mía, había intentado coger aquel objeto del que hablábamos, provocando que su mano interceptara la mía.

Un placer recorrió mi cuerpo… su tacto era como la seda. Cuando asombrado por el choque corrí a disculparme con un estúpido mutismo. Mi boca paralizada… solo acertó a abrirse. Mientras observaba sus ojos mirándome, esperando igual una disculpa de mí… ¡me equivocaba!….

De sus labios solo salió una risa… una risa maravillosa que me tranquilizo…

Acerté recoger el objeto y mostrárselo… ¡ya no pensaba en el!… solo pensaba en ella y en su sonrisa… en su tacto… y mientras le intentaba contar algo sobre el objeto, mi cuerpo se estremeció al estar junto ella… mi labios se secaron… y avergonzado, intente disimular con un gesto sutil de mi mano, ocultar como me humedecía los labios secos del nerviosismo.

Al final con un cariñoso gesto de desagrado me informo de que no le gustaba demasiado el artículo, y amablemente se despidió.

Cuando la vi salir por la puerta su silueta me cautivo, no me había fijado en ella nunca, y ahora intentaba retener en mi mente cada facción de su cara, su aroma y como no, su tacto. Ese tacto tan suave que había cautivado mi interés.

¡Su blusa azul!, eso es lo único que podía retener con exactitud, ¡maldita sea!… me lamentaba por no ser capaz de preservar en mi mente su aspecto tal cual lo había observado antes, y lamentándome en el mostrador de mi tienda… agache vencido mi cabeza y desilusionado por tal corta visión, hacia gestos de desaprobación frustrado.

Fue tal mi sorpresa cuando ella volvió a entrar en la tienda que me quede paralizado una vez más, y una sonrisa boba acompañada con un arqueo de mis cejas la recibió de nuevo.

Mil palabras que hubiese ensayado no las podría haber pronunciado en este momento…

Ella alargo el brazo con la intención de darme algo, y yo por inercia lo recogí… ella se dio media vuelta y con una sonrisa abandonó la tienda de nuevo mientras me miraba divertida, seguramente al ver la cara de bobo que debía de tener…

Cuando la vi de nuevo salir. Mire mi mano y sobre ella había un trozo de papel con un número de teléfono. Sonriente cerré fuertemente la mano y recogí mi brazo sobre mi pecho, intentando proteger aquel tesoro en que se había convertido aquel simple papel.



Ahora solo queda, que me atreva a llamar a la chica de la blusa azul.

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